domingo, 15 de enero de 2017

Ondas de pensamiento y la mente colectiva


[…] Considerad que cuando os juntáis en meditación profunda, guiados por alguien cuya luz y presencia amorosa entre vosotros sirve para establecer las frecuencias alfa o tetha, la totalidad del grupo puede entrar en ese estado mental alcanzando la resonancia con esa vibración. De manera simplificada, el guía actúa como una especie de metrónomo mental, estableciendo la frecuenta a la que los demás se tienen que sintonizar.
No resulta difícil entender que unirse en tan placentera asociación os hace sentiros conectados y en armonía con los demás miembros del grupo, porque conectáis entre vosotros a la misma frecuencia y dentro de todos vosotros se dan respuestas neuroquímicas similares. Si la intención del grupo es irradiar externamente la luz del amor que se halla en vosotros, todos sentiréis esa evocación maravillosa pulsando entre vosotros a la misma frecuencia. Experimentáis las ondas de la luz de Dios amplificadas entre vosotros –la Unidad-, y éste es el aspecto más soberbio de la sintonización.
Podéis imaginar que los trabajadores de la luz, rezando y trabajando juntos para elevar la vibración del entorno mayor, pueden afectar a grupos de población cada vez más extensos, cuando esas ondas grupales de luz y amor se convierten en faros para los que están luchando en la oscuridad de su ansiedad, miedo y desarmonía. Si el número suficiente de vosotros os unís a favor de la luz, el poder de vuestros pensamientos resonará con las frecuencias electromagnéticas de Gaia, porque ella también está emanando conciencia en pulsaciones ondulantes de pura energía. El pulso gaianao se extiende externamente por todo el cuerpo de vuestra Deidad Solar, llegando hasta los lejanos confines de la galazia. El corazón de la Diosa marca el ritmo.
Podéis ver por qué siempre os estamos recordando cada uno de vuestros pensamientos afecta a la totalidad, y por qué es tan absolutamente importante que cada uno de vosotros aprendáis a permanecer centrados, en calma y pacíficos ante los cambios que se producen a vuestro alrededor. Vuesro “centramiento”, tal como lo entendéis, emite cierta frecuencia que se desplaza sobre el mar cósmico como olas, y los que os rodean pueden hacer surf en esas olas. Conectando unos con otros de este modo, sentís las energías del otro que se encuentra allí, en los océanos de la mente cósmica. Extendéis la luz del amor hacia otras dimensiones y planos, donde los Seres de Luz de muchos mundos experimentan la irradición de la canción de vuestro corazón. Creáis una realidad pacífica y armoniosa en la que todo está en equilibrio y esa vibración se extiende interminablemente hacia fuera, hasta los cielos, y hacia dentro, hasta las mismas partículas subatómicas que forman la estructura básica de vuestro ser.
Pero ¿qué ocurre si quien establece el ritmo vibratorio tiene oscuras intenciones? Suponed que uno o más individuos que quieren controlar a otros para obtener ventajas personales o políticas, tuvieran la intención de imponer algún tipo de interferencia mental que produciría otro tipo de sintonía: una frecuencia predeterminada destinada a crear ciertos cambios químicos dentro del receptor. Así como hay luz… hay oscuridad. No debe sorprenderos pensar que el conocimiento de las funciones y de la susceptibilidad mentales está igualmente disponible para quienes prefieren quedarse en las sombras, y que ellos también pueden producir las reacciones deseadas consiguiendo resonar con otros. ¿Y qué sucedería si alguien introdujera un elemento externo que estimulara en vuestro cerebro respuestas de extrema angustia y frustración…, de furia, o terror… y os mantuviera ahí, resonando con esa corriente, en un estado constante de miedo y desarmonía?
Os aseguramos que la afectación de grandes sectores de la población es algo que siempre ha ocurrido en vuestro planeta: los Luminosos han irradiado amor en vuestras bandas de frecuencia; los oscuros han llegado a vosotros a través del miedo y la ignorancia. Los juegos mentales encubiertos eran tanto una herramienta del sacerdocio oscuro de la Atlántida como lo son del Gobierno Secreto del siglo XXI. Conocido como “guerra de manipulación de mentes”, este aspecto subversivo del control mental es un producto muy real de las investigaciones militares. […]
Una de las maneras más eficaces de alterar la actividad del cerebro humano y estimular las reacciones neuroquímicas a nivel grupal es emitir pulsaciones electromagnéticas inaudibles –ondas de frecuencia extremadamente bajas. Que pueden transmitirse dirigiendo emisiones específicas a ciertas áreas predeterminadas. Tal vez recordéis una breve aparición en los medios de una noticia que afirmaba que los rusos estaban emitiendo una señal de radio de baja frecuencia dirigida hacia la embajada americana en la capital de aquel país. Esta frecuencia apodada “Pájaro Carpintero”, era transportada tal como una ola del mar lleva en su seno diversas partículas y elementos marinos.
Estamos sugiriendo que, ocultos en los picos y valles de cualquier onda, puede haber otros aspectos que se monten en la ola, por así decirlo, y viajen sin ser detectados. Un pulso magnético molesto, escondido en la onda de una emisión inocua, podría ser transmitido y recibido a nivel mental. Esta tecnología invasora aún era desconocida por los americanos cuando se utilizó en Rusia. Los agentes americanos sospechaban de algún tipo de interferencia externa pero no sabía qué estaban buscando, no cómo interceptarlo en el nivel de frecuencia adecuado.
De hecho muchos empleados de la embajada se quejaron de distintos tipos y grados de incomodidad y tensión emocional, pero durante algún tiempo nadie podía entender cuál era la causa de que tantos enfermaran. Los americanos tardaron algún tiempo en descubrir que se estaba emitiendo un agente disruptivo sobre sus cerebros que producía reacciones químicas en sus neuronas, activando en ellos respuestas físicas, emocionales y mentales. Los soviéticos sabían lo que estaban haciendo; entendían que ciertas emisiones electromagnéticas pueden alterar el estado de salud y armonía de los seres humanos. Interferir en el pulso natural de la Tierra, vuestro foco resonante original, puede cambiar vuestro teclado musical interno y crear disonancia a todos los niveles. Puede alterar el sistema de chakras, distorsionar los ritmos corporales, provocar reacciones neuroquímicas en el cerebro y alterar el ADN. Éstos, queridos, son los objetivos fundamentales de los controles electromagnéticos situados en el planeta Tierra.
El “Pájaro Carpintero”, la antigua arma secreta soviética, es una noticia de ayer que palidece en comparación con lo que está siendo desarrollado ahora y, sin embargo, es la expresión fundamental de la tecnología de la manipulación mental. Si queréis seguir investigando […] tened cuidado si buscáis esta información tan controvertida en Internet, pues os estaríais exponiendo de un modo que no os interesa. Cuando investiguéis los asuntos relacionados con la élite de poder, tenéis que discriminar y reconocer las zonas de peligro. Frecuentemente distintos caminos conducen al mismo destino.
Tomado del capítulo 7 del libro de Patricia CoriVuelve la AtlántidaSirioMadrid2006

sábado, 14 de enero de 2017

Música de les esferes


Pitágoras consideraba que la esencia última de la realidad se expresaba a través de números. Los números eran el medio para percibir lo que de otra forma podría permanecer inalcanzable tanto para el intelecto como para los sentidos. A Pitágoras se le ha atribuido el descubrimiento de las proporciones de los principales intervalos de la escala musical. Para sus seguidores, las distancias entre los planetas -las esferas- tenían las mismas proporciones que existían entre los sonidos de la escala musical. Cada esfera producía el sonido que un proyectil hace al cortar el aire. Las esferas más cercanas daban tonos graves, mientras que las más alejadas daban tonos agudos. Todos estos sonidos se combinaban en una hermosa armonía: la música de las esferas.
Para Platón, el mundo era concebido como un gran animal dotado de un alma propia. En el Timeo, uno de sus diálogos, afirma que el alma del mundo se había hecho de acuerdo a las proporciones musicales descubiertas por Pitágoras. No todos los pensadores de la antigüedad creyeron en la música de las esferas; Aristóteles, por ejemplo, se mostraba ciertamente escéptico ante estas creencias. Sin embargo, la creencia en algunas religiones de la existencia de ángeles en el universo junto con la música de las esferas dio origen a lo que se conoció como "música celeste".
A finales del XIX, los físicos descubren que los rayos de emisión que se producen de una des-excitación del átomo se expresan mediante una fórmula única compuesta de números enteros, similares a los intervalos musicales.
Esta tradición que consideraba al Universo como un gran instrumento musical se prolonga durante la Edad Media y hasta el siglo XVII. Dejaron constancia de estos hechos autores como Kircher, que hablaba de "la gran música del mundo", o otros como Fludd, que concebía un Universo monocorde en el que los diez registros melódicos evocados por los pitagóricos traducían la armonía de la creación.
Sin embargo, fue el astrónomo Kepler quien postuló que las velocidades angulares de cada planeta producían sonidos. Estableció que un astro emite un sonido que es más agudo en cuanto su movimiento es más rápido, por lo que existen intervalos musicales bien definidos que están asociados a los diferentes planetas.
Kepler, astrónomo alemán del siglo XVII, logró resumir en tres leyes simples todos los datos sobre la posición de los planetas de que disponían en sus tiempos. Para su concepción del universo, se apoyó en los mitos de Platón y en el sistema de Copérnico que planteaba que el Sol era el centro en torno al cual giraban los planetas, y estableció un modelo del universo basado en la geometría. Su aportación significó una ruptura con la tradición astronómica al describir las órbitas planetarias como elipses y no como círculos y reconocer que la velocidad de los planetas varía al cambiar la posición en su órbita.
Kepler anunció sus dos primeras leyes en 1609. Le llevó nueve años más publicar su tercera ley en lo que consideró su libro más importante, "Las armonías del mundo". Siguiendo la tradición de los filósofos pitagóricos, pensaba que sus leyes debían expresar la armonía musical del cosmos. Kepler estudió cuidadosamente las órbitas de los planetas para establecer una relación entre el movimiento de estos cuerpos celestes con la teoría musical a la que se refirió como de Tolomeo, pero que había sido planteada por Gioseffo Zarlino.
Finalmente, en su libro Harmonices Mundi, planteó que las velocidades angulares de cada planeta producían sonidos consonantes. Asumida esta creencia, escribió seis melodías: cada una correspondía a un planeta diferente. Representó la velocidad angular de cada planeta en un pentagrama musical; la nota más baja correspondía al caso más alejado del sol y la más alta al más cercano, y la relación entre los pares de velocidades angulares es muy cercana a la que define estos intervalos musicales. Al combinarse, estas melodías podían producir cuatro acordes distintos, siendo uno de ellos el acorde producido en el momento de la creación del universo y otro el que marcaría el momento del fin del universo.
Kepler escribió: "El movimiento celeste no es otra cosa que una continua canción para varias voces, para ser percibida por el intelecto, no por el oído; una música que, a través de sus discordantes tensiones, a través de sus síncopas y cadencias, progresa hacia cierta predesignada cadencia para seis voces, y mientras tanto deja sus marcas en el inmensurable flujo del tiempo."
Lo que Kepler no podía imaginar es que en el S.XX el satélite TRACE (Transition Region and Coronal Explorer) de la NASA confirmaría y reforzaría sus teorías. Aunque éstas se basaban en la noción de armonía universal, se ha descubierto que la atmósfera del sol emite realmente sonidos ultrasónicos e interpreta un melodía formada por ondas que son unas 300 veces mas graves que los tonos que pueda captar el oído humano.
Una de las más recientes teorías físicas describe a las partículas elementales no como corpúsculos, sino como vibraciones de minúsculas cuerdas, consideradas entidades geométricas de una dimensión. Sus vibraciones se fundan en simetrías matemáticas particulares que representan una prolongación de la visión pitagórica del mundo y la recuperación, en la más moderna visión del mundo, de la antigua creencia en la música de las esferas.
"Música de las esferas" es por tanto otro ejemplo de la interrelación de diferentes estudios gracias a la matemática o numeralización aplicable a ambos campos. En este caso, Kepler conoce los procesos matemáticos aplicados en las teorías musicales y en las leyes de la armonía, y así consigue relacionarlo con las leyes matemáticas aplicadas a los conocimientos astronómicos de su época. Nuevamente, un autor visionario que formula teorías que siglos después, gracias al desarrollo tecnológico, consiguen confirmarse.
Natalia González (AVD'05)